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Luis Martin Santos
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LUIS MARTÍN-SANTOS - LOS PERSONAJES

Una característica esencial de novelas tan representativas como La colmena, La noria o El Jarama es el protagonismo colectivo, que implica, por lo general, la ausencia de figuras individuales complejas. Desde comienzos del siglo XX es relativamente común la existencia de novelas con personajes poco matizados desde el punto de vista psicológico. Bien porque éstos adquieren valores simbólicos o alegóricos (El proceso, El castillo ), bien porque presentan sólo facetas aisladas de su personalidad (El extranjero, La náusea), bien, en fin, porque el individuo se disuelve en una colectividad, transformada ya en verdadera protagonista (dos Passos). Esos rumbos seguidos por el género han producido frutos de alta calidad, pero ni han abierto vías explotables de forma ilimitada ni han cerrado definitivamente las posibilidades del héroe al modo decimonónico.

Estas observaciones, obvias hoy, e, incluso, triviales, no lo eran en los años en que el modelo de Sánchez Ferlosio, con su abundancia de personajes indiferenciados, promovía frecuentes imitaciones. La novela neorrealista y social española se encontraba avalada por una tradición crítica, entonces muy prestigiosa entre los círculos intelectuales de izquierda, que consideraba un arcaísmo el héroe novelesco. Bastará recordar libros como L 'áge du roman américain, de Claude-Edmonde Magny (1948), La hora del lector, de J. María Castellet (1957) o Pour un nouveau roman, de Alain Robbe-Grillet (1963).

Este último, tras indicar que el personaje novelesco, después de cincuenta años de enfermedad, había recibido ya "el acta de su fallecimiento repetidas veces registrado por los más serios ensayistas", concluía afirmando que "la novela de personaje pertenece con mucho al pasado" (6). No es preciso recordar el eco alcanzado por tales opiniones, reiteradas, dentro de una cosmovisión marxista, por Lucien Goldman, el cual, en 1963, podía sostener que el género novelístico reflejaba un mundo "en el que los objetos han adquirido una realidad propia, autónoma; en el que los hombres, lejos de dominar los objetos, son asimilados a ellos y en el que los sentimientos no existen sino en la medida en que pueden manifestarse a través de la cosificación" (7).

Estas opiniones otorgaron un respaldo sociológico y filosófico a una simple elección de técnica narrativa, que, por la fuerza de tales circunstancias, se convirtió en norma. En la crítica universitaria de los años setenta, particularmente en España y Francia, es posible encontrar ensayos que identifican la novela del presente, o la del futuro, con una narración donde las cosas o los grupos pasan a desempeñar el papel que correspondió al personaje en la llamada novela del individualismo burgués.

Alejándose de tales premisas, Martín-Santos concibe el personaje novelístico en función de su individualidad. Si se examina el modo de caracterización seguido en cada personaje, desde el protagonista, Pedro, hasta personajes claramente secundarios, como Muecas o Dorita, se puede observar que éstos no son simples tipos socialmente representativos, sino entes individualizados. Junto a su dimensión social aparece la proyección personal. Al lado de circunstancias externas determinantes aparece siempre, como contrapartida, un brote de irreductible libertad, que garantiza su autonomía vital y su configuración como seres particulares. En los retratos de los personajes, por breves que sean, se percibe la intención de captar la cambiante conducta del ser humano, lo que aleja los esbozos unidimensionales. Esa complejidad se percibe en diversos indicios. Unas veces en las distintas, e incluso contradictorias, facetas que muestra un personaje a medida que es contemplado desde diferentes ángulos. Otras veces se descubre esa singularidad en la presencia de rasgos caracterológicos personalísimos, no explicables según un criterio causalista.

Puede decirse que el autor imaginó a esos caracteres desde dentro, en su hacerse a través del tiempo, en la manera de desplegar unos proyectos y de trazarse unas metas. Así, personajes social y culturalmente análogos se individualizan de forma variable en cada caso. Compárense, por ejemplo, Amador y Muecas, o Pedro y Matías, o Encarna y Cartucho, o la abuela y la madre de Dorita. Cuando el novelista imagina a sus criaturas sin ceñirse a un esquema social definido, éstas se van haciendo sorprendentes e indefinibles,imposibles de encerrar en un calificativo escueto.

Esa suerte de imprevisibilidad de los personajes falta, no es preciso repetirlo, en las novelas del "medio siglo". Pero la individualización psicológica en Tiempo de silencio no es la de Ulysses, que sigue una técnica de epifanías muy distinta. Tampoco coincide aquí Martín-Santos con los novelistas del siglo XIX, porque no ofrece una semblanza pormenorizada de la constitución física y moral de cada personaje, ni hace una presentación detallada de la profesión, los bienes, los antecedentes familiares y demás circunstancias personales. Al modo de Cervantes, cuya influencia en este aspecto es plausible, destaca en cada uno el foco de libertad personal que los distingue.

Esta premisa que orienta la concepción de los personajes se puede explicar, posiblemente, por dos razones. Una literaria, cual es la presumible influencia de Cervantes, autor por el cual Martín-Santos expresó repetidamente su interés. La otra es de índole ideológica. Siendo Tiempo de silencio una novela moralizadora, donde se expone una reflexión sobre la responsabilidad y el proyecto personales, la ficción tenía que partir de una presentación de la libertad concretada en la actuación de los personajes.

Alfonso Rey
Universidad de Santiago de Compostela

*Notas

(6.) Traducción española de Caridad Martínez, Barcelona, 1964, pp. 37 y 38, respectivamente para ambas citas. Esas opiniones las había formulado Robbe-Grillet en 1957.
(7.) Para una sociología de la novela, traducción española de J. Ballesteros y G. Ortiz,Madrid, 1967, p. 210. Como se indica en el prefacio, los originales de Goldman ya se habían : publicado durante 1963.

Itzuli

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